domingo, 18 de diciembre de 2016

¿Estamos en Matrix?




No es la primera vez en la historia de la ciencia ficción, que se trata la problemática de la realidad, ni tan siquiera en la industria del cine. Podemos mencionar otros títulos en los que se cuestiona la existencia. Pero la originalidad de Matrix (1999) es incuestionable, guste o no. Se podría decir que es una obra inclasificable. El séptimo arte, no es al gusto de todos, pero en la actualidad es la ópera moderna, siendo los directores, en algunos casos como Stanley Kubrick, los nuevos visionarios y filósofos, y los creadores de música, los nuevos compositores (Williams, Zimmer, Horner, Vangelis, etc.). Y entre este elenco de nuevos filósofos se puede mencionar a los creadores de este celuloide, obra de culto instantánea de la ciencia ficción y la historia del cine. El contenido filosófico y cultural de este film, y su influencia son inmensos. Toda la simbología dentro de este universo cinematográfico está llena de referencias. Un universo que tiene el influjo del “cyberpunk” que podemos encontrar en el cine japonés de finales de los 80 y principios de los 90, con los máximos ejemplos en Akira (1988) o Ghost in the Shell (1995). Pero más allá de la estética y los aspectos visuales, me interesa centrarme en todo el planteamiento filosófico-cultural, a su vez, realizando un esfuerzo para entender no solo Matrix, sino comprender nuestra realidad trazando un paralelismo con la obra de ciencia ficción, que podría decirse que abría paso al nuevo siglo y milenio, de grandes retos que se nos presentaba, por aquel entonces 1999. Espero cumplir con todas estas expectativas en el ensayo que sigue a esta breve introducción.


Si hacemos un repaso a la película de los hermanos Wachowski, encontramos en ella numerosas relaciones filosófico-culturales, que podemos aplicar a nuestra vida cotidiana occidental. Posiblemente, esta obra maestra, tenga un trasfondo mucho más profundo que el que se le suponía. Incluso nos hace plantearnos la naturaleza de nuestra realidad, cuestionarnos nuestra sociedad moderna y lanzar la pregunta: ¿Acaso nos encontramos en una especie de Matrix virtual o artificial ahora mismo? Antes de responder a esta pregunta, hay que entrar de lleno en el contexto de Matrix, su simbología y significado más profundos, así que aviso a navegantes que van a aparecer spoilers, por lo que recomiendo al que no haya visto la película, que lo haga primero, antes de leer este corto ensayo.



    Matrix como película es una representación de la dualidad de Platón. Por un lado tenemos un mundo real, que es donde se encuentra Sion, la última ciudad humana, cerca del núcleo terrestre, donde aún queda calor, después de haber sido destruida la atmósfera. Su nombre no es azaroso, dentro de la mitología Judeo-Cristiana, Sion es un centro de poder y espiritual, “la última gran fortaleza”. Allí vive Morfeo y lanza su cruzada contra ese otro mundo, que recibe el mismo nombre del film. Donde todo parece perfecto y al que están conectados la mayoría de los humanos, con el fin de generar energía para toda una raza de máquinas, una nueva conciencia, nacida de la creación humana, que ahora se ha vuelto en contra de esta misma. El más claro ejemplo de alienación, “el síndrome de Frankenstein” o como “Pigmalion”, en su deseo de la humanidad por ser dioses o acercarse a ellos. Pero este tema lo rescataremos más adelante, ahora debemos centrarnos en la temática de los dos mundos.


    Mátrix es un programa de simulación, creando una realidad falsa que atrapa a los humanos en una cárcel para la mente, solo que no lo saben. Esta realidad simulada se basa en la época del hombre moderno, durante su máximo esplendor tecnológico dentro del capitalismo, es decir, nuestra época actual. Pues es la época en la cual la humanidad se encuentra más alienada y enajenada. Esto las máquinas lo saben al elegir dicho periodo, para su simulación, con los humanos más dóciles y fáciles de controlar. Sin duda, se trata de una mención directa al platonismo y su influencia en la evolución socio-cultural de occidente. Platón, proponía la existencia de dos mundos, dos realidades, el mundo de las apariencias, donde vivimos y el mundo de las ideas, al que aspiramos como alma. El gran pensador Alemán Friedrich Nietzsche, a través de su gran obra y legado escritos, fue el primero en derribar esta dualidad de Platón; y describir esta problemática, como la decadencia y la enfermedad de la sociedad europea, apareciendo desde que el filósofo Griego con su alegoría de la caverna, creara esa ruptura con nuestro mundo verdadero y su naturaleza. Ya que el cristianismo primero, y después las llamadas ideologías del siglo XIX y XX, es decir todos los -ismos, han convertido al humano en un esclavo para su mente y su desarrollo personal, en el sentido del ser, en su sentido más profundo, desde el concepto ontológico. Pese a los avances tecnológicos, no se han avanzado en los aspectos del ser. Se ha frenado y negado este viaje introspectivo, esa mirada interior, para que el humano pueda conocerse. Lo que el psiquiatra y sabio suizo Carl Gustav Jung llamaba el proceso de individuación hacia el “sí-mismo”, que no es más que el viaje iniciático que nos lleva a integrar nuestra parte inconsciente y consciente en el conjunto de la psique, en resumen, saber quiénes somos. Para dejar de vagar perdidos, como un rebaño que obedece sumisamente las órdenes de su pastor, en este caso, todos los sistemas de valores creados hasta la fecha, con un único objetivo: el control. Las máquinas de Matrix saben esto, por eso conocen cómo controlar al humano.





    El largometraje viene a criticar de este modo a toda la humanidad actual, sumida en un ensueño de falsa libertad y felicidad, que pensadores como Jung y Nietzsche entre otros ya diagnosticaron. Al vivir en un continuo aspirar a un mundo idealizado, que no existe, nos olvidamos de vivir en este mundo, el verdadero sobre el que caminamos y respiramos, simulando vivir en lugar de vivir. Esto crea un gran alejamiento con la naturaleza que nos rodea y con la que llevamos dentro, creando una ruptura insalvable, a través del nihilismo, la negación de esta patología. Y no hay peor paciente que el que no acepta su enfermedad. Y ese es el caso del hombre actual, que atareado con sus trajes de ejecutivo, se pasea por grandes avenidas de inmensas urbes, sin tiempo para pensar o cuestionarse nada, menos aún, su propia vida, que es el primer paso de todo ser inteligente que piensa. El homo sapiens ya no piensa, es un esclavo a propósito, un esclavo que no acepta o reconoce su estado de lacayo. Todos esos sistemas de valores o morales creados por el hombre son para Nietzsche, lo que “la conciencia colectiva” es para Jung, o el mundo simulado de Matrix viene a ser en la película. Una creación que termina controlando y encadenando a la humanidad, llenándola de ataduras y encerrándola bajo muros de comodidad y falsa libertad, para ser dominados.


    En Matrix, como en el sistema occidental en el que vivimos hoy, se repiten una serie de prototipos, perfiles o “personalidades”. Por un lado tenemos aquellos que están tan ocupados en sus vidas simuladas, que nunca llegan a cuestionarse la problemática platónica, simplemente son neutros, son arrastrados por “el ganado”, “el hombre-masa”, la conciencia colectiva. Se limitan a vivir en la apariencia, en el “mundo zombi”. Son la mayor fortaleza de Matrix, o del sistema consumista-capitalista actual, si seguimos con este paralelismo “Matrix-Sociedad moderna”. Incluso librarían una guerra, para defender a muerte este estilo destructivo de vida. Se encuentran en la fase más básica de nihilismo y, difícilmente saldrán de ese agujero o pozo de la negación. Otro perfil, tal vez más interesante, pero aún más peligroso, se corresponde con los que saben del asunto, pero no hacen nada, es más, le gusta y también morirían por defenderlo. Estos tipos prefieren ser esclavos, vivir en ese mundo artificial e imaginario, que afrontar la verdad. Son los “nihilistas convencidos”. Un nivel más, son los que intuyen el problema, incluso lo saben, pero deciden hacer de su religión: “la ignorancia es la felicidad”. Tal vez son el más peligroso de los perfiles. Pero hay otro nivel más, los que reconocen la enfermedad, pero acuden a otro mundo simulado, otra idealización platónica, otro aspirar a..., otra moral, religión, otro sistema de valores a los que siguen sectariamente, sin dudar, sin espíritu crítico. En definitiva, sustituyen un Matrix por otro, una mentira por otra, una enajenación diferente con la que drogarse y seguir en ese proceso de enfermedad. Ellos creen luchar por una causa, hablan de justicia, de lo que es bueno y malo, de cómo se debe vivir, y hacen su guerra, para convertir al resto en miembros de su propio grupo. “El zombi” como masa devorando al individuo que es diferente y tiene un pensamiento distinto. Todos ellos, son lo mismo, esclavos de Matrix, siervos del sistema, lacayos que nunca superaran el nihilismo y la decadencia, de una manzana podrida. La sociedad absorbiendo al individuo e inmersa en una etapa de muerte, un estado moribundo de decadencia.


    Morfeo, Trinity y compañía son un perfil diferente. Ellos conocen qué significa Matrix, y luchan para derribarlo, saben que todos los que de un modo u otro están conectados a esta realidad alternativa falsa, son el enemigo, pues todos ellos conforman y permiten en último lugar ese sistema de control. Ellos son en definitiva Matrix, es decir, toda la sociedad ajetreada en sus roles pre-diseñados y establecidos por un “arquitecto”, que como en la saga, es el que está al otro lado dirigiendo, igual que los señores bajo la sombra, que manejan los hilos, de estos sistemas de organización tan complejos que encontramos en este oscuro presente. Este último grupo son considerados “terroristas” en Matrix, como suele ocurrir con los que van en contra de las normas diseñadas, en nuestras “democracias” modernas. Todo aquel que se sale del “tiesto”, es el enemigo que hay que combatir ferozmente. Así, Morfeo y compañía, libran esta batalla en la clandestinidad. Y podemos considerarlos ya no como un prototipo, sino algo más. Ellos, ya no pertenecen al sistema, rompieron su burbuja de comodidad hace mucho tiempo y decidieron actuar. Son lo que Joseph Campbell catalogaría dentro del “arquetipo del Héroe”. Aquellos que emprenden un viaje, un retiro, lo que se conoce como el camino iniciático, para enfrentarse a unas serie de pruebas, finalmente derrotar a un “Dragón” y volver con este trofeo, como una nueva fuente de sabiduría, un “elixir” que entregar al pueblo y liberarlo de la oscuridad, del abismo en el que se encontraba. Este es el mito del héroe, lo que Campbell acuñó como “Monomito”. Porque toda representación artístico-cultural en la historia del hombre, está impregnada por este mito, repitiéndose una y otra vez. Es la prueba del “inconsciente colectivo” que definía Jung. Un sustrato simbólico que liga y conecta a toda la humanidad, como un “Internet” neuronal y ancestral uniendo a todos los humanos, que refleja y representa toda esta misteriosa lucha en su interior, desde que los primeros hombres fueran conscientes de que existen. Es el primero de los conflictos, la conciencia vs inconsciente, existencia vs lo desconocido, la vida vs oscuridad tras la muerte.

    Para Campbell, el monomito, es el símbolo, del viaje interior emprendido para conocerse a sí-mismo, siendo el héroe, con sus pruebas, el dragón y el elixir, la metáfora de esta odisea del ser, pues quien la emprende se arriesga a matar al dragón o ser devorado por la bestia llameante. Es la aceptación de la sombra que todos llevamos, como Jung nos regaló en todo su legado. Matar al dragón supone enfrentarte a tus miedos, a tus miserias y demonios alados. Y eso es lo que significa esta lucha que podemos observar en los personajes de Matrix. Unos consiguiendo superar las “pruebas” otros sucumbiendo en el difícil camino. Pues todo el que emprende dicho viaje, deja de ser esclavo y, es una decisión que se toma desde dentro, no afuera, en el exterior, en ese mundo ficticio. Se decide en el interior, y ese camino nos lleva hacía la parte más oscura que encerramos en nuestro ser. Ese es el héroe, ya no está enajenado en realidades virtuales y entiende la problemática. Ha superado el nihilismo, las ideologías y las religiones; es lo que Nietzsche llamaría el “sobre-hombre”, o “supra-hombre”, profetizado en la obra del germano “Así habló Zaratustra”. Este símil aparece en la elección que Morfeo ofrece a Neo: la pastilla azul o roja; seguir al “conejo” hasta adentrarse en la profundidad absoluta de su madriguera, haciendo alusión a otra obra literaria: “Alicia en el país de las maravillas”. Una metáfora filosófica que repite la temática. Así, el monomito de Campbell es acertado, y negarlo es lo que nos hace literalmente estar en Matrix.


    Neo, es otro de esos héroes, pero va a un nivel más profundo del monomito. Es el arquetipo del “Salvador” o “Elegido”, tantas veces repetido a lo largo de los cuentos, leyendas, religiones y mitologías. Pues es un héroe especial, ya que ocurren una serie de características nuevas en ese camino iniciático del héroe. No solo debe enfrentarse a pruebas imposibles, como ocurre con Dante en la “La Divina Comedia” de Dante Alighieri. Va más lejos, pues no se trata solo de ir a sus infiernos y regresar, sino que debe aceptar su destino, que es morir en el proceso. Acepta su propia muerte. La superación de su cuerpo físico de carne y hueso, para derrotar a ese monstruo humeante y escamoso, y legar al hombre ese fuego purificador, como el “Titán Prometeo”, robando el fuego de los dioses entregándoselo a la humanidad. O Jesucristo muriendo en la cruz y el mismo Buda Gautama, enfrentándose bajo la sombra del “árbol de la vida” a infinitos ejércitos celestiales. Árbol que representa el ombligo del mundo. Todos ellos salvadores, elegidos, que superan su muerte física, el sufrimiento del cuerpo para liberar a la humanidad. Y ese es nuestro amigo Neo, en Matrix. Todo el film está lleno de esta iconografía mesiánica. El elegido como arquetipo, acepta que morirá, pero lo más resaltable es que elegirá ese camino una y otra vez, dentro de ese “ciclo cosmogónico”, del que hablan las filosofías orientales, o como Nietzsche explicaba con su idea del “eterno retorno”. El universo vuelve a destruirse y reordenarse de la misma forma por siempre, así que todo llegará y volverá a ocurrir con exactitud de detalles, eternamente en un círculo cerrado, pero necesario. Esto es lo que se ve en la enorme película de “ciencia ficción”. Aunque al comienzo de todo viaje siempre hay un origen, un inicio de todo este proceso transmutador, la llamada del héroe a entrar en este nuevo universo, en ese viaje alquímico, y como es característico, el héroe niega en principio está llamada y la ignora, pero esa fuerza misteriosa interna, lo termina arrastrando como un torrente poderoso, y esto ocurre igualmente con Neo. Es la fase, quizás más trascendental.



    Ya ha habido cinco Neos anteriores, todos repitieron ese ciclo. Neo lo sabe, sabe que va a morir y aún así lo intenta de nuevo. Acepta volver a morir, acepta la naturaleza de este ciclo cosmogónico, donde el tiempo es un ciclo que no se puede alterar y por lo tanto muere. A cambio de traer “La Paz” y liberar a los humanos que así lo decidan. Aquí no solo entra en juego la liturgia filosófica oriental o los pensamientos de los filósofos europeos contemporáneos, también las nuevas corrientes de la física cuántica, que corroboran la existencia de este ciclo temporal, este bucle. El humano es un ente tridimensional atrapada en un universo con muchas más dimensiones. Sin considerar que existen infinitos universos más. Por tanto, el tiempo es una dimensión más, que solo podemos percibir por nuestra naturaleza física de forma lineal. Pero es una dimensión en la que se puede viajar de atrás hacia adelante o viceversa, pero jamás modificar. Pues un mínimo cambio supondría una paradoja espacio-temporal que podría destruir todo el universo. Por eso, no podemos cambiar el pasado y tampoco el futuro. Lo que fue será, y lo que será fue. El humano común, no está preparado para aceptar este palíndromo, pues le da miedo no poder controlar sus vidas o dirigirlas. Nos creemos dueños de nuestro destino; por eso jamás salimos del nihilismo. La única forma de liberarse es aceptar este determinismo que no gusta a nadie. Es el verdadero reto, maldición y dragón del arquetípico héroe salvador, no le gusta, pero acepta su destino sin miedo, sin pestañear. Ese es el auténtico héroe, el elegido. Esta es la última fase del camino iniciático, la más difícil y dura, en el proceso de individuación, de conocerse a sí-mismo. Comprender esta configuración espacio temporal del ciclo cosmogónico, al que todos pertenecemos y que todos albergamos dentro. Y aunque no nos guste, aceptarla.


    Esta aceptación no es fácil, pues hay que romper con la idea ilusoria de que controlamos nuestras vidas, cuando en realidad somos controlados y dirigidos por todos los constructos de la sociedad en un primer lugar y por último, el tiempo dimensional. La encrucijada está en dos etapas que nos permiten evolucionar en dicho proceso. La primera es aceptar este hecho y romper las cadenas de la sociedad, del sistema, Matrix, el constructo artificial. Todo el sistema con sus artimañas y artefactos, morales y reglas. Liberarse de la realidad virtual y simulada a la que nos enfrentamos a diario, en nuestras vidas cotidianas, como hacen todos aquellos que eligen las pastilla roja en la obra cinematográfica de los hermanos Wachowski y así aceptar la terrible pero curativa realidad. ¿Que eliges, el azul de la ilusión, o el rojo de la realidad? ¿Simular vivir o vivir?





    La segunda etapa, aquella donde llega Neo, requiere un salto exponencial más. Un segundo punto de inflexión. Que va más lejos. Aceptar que podemos ser libres de Matrix, del mundo falso de los espejismos, pero no del tiempo. Que somos esclavos del destino. Esa aceptación, paradójicamente te hace libre y, asumir aquello que tanto le gustaba decir a Nietzsche: “Hay que vivir plenamente sin cobardía”. Con esto se refería a afrontar la vida en todas sus consecuencias y en su devenir. Y esto hace Neo, como los grandes héroes de las tragedias griegas. Ejemplos en Heracles y Aquiles, que eligen el camino difícil hacia la gloria, sacrificando otra posible vida, longeva, llena de tranquilidad y paz. Aceptan su destino aún sabiendo el resultado, y lo que es más admirable, lo volverán a aceptar otra vez, cuando el ciclo se repita. Pues en el fondo saben, que eso eligieron ya y así debía ser. Todo ello se ve reflejado en la película cuando el personaje del oráculo le dice a Neo, que él no es el elegido para poder elegir, sino para comprender por qué lo hizo. Por qué hizo esa elección en el pasado, entender esto es la clave.


    La figura del oráculo en Matrix, es muy importante, como lo es en todos los mitos del héroe. A lo largo del camino iniciático, el protagonista siempre tiene ayuda de personajes que se presentan en su aventura o viaje, y el oráculo se corresponde con uno de ellos, muy recurrente. Es un guía, que no ayuda al héroe a elegir, sino a entender por qué y entender la naturaleza del ciclo cosmogónico. En la primera aparición del oráculo en el film, se puede leer en un cartel en latín sobre la puerta: “nosce te ipsum” que significa: “conócete a tí mismo”. Haciendo alusión al oráculo de Delfos. En esa misma escena, Neo le pregunta al oráculo si él es el elegido y esta le responde que nó, que en otra vida, que aún no está preparado. Esto es una señal de lo que está por ocurrir. El oráculo tiene razón, Neo no se convierte en el elegido hasta que muere al final del film, para resucitar ya como el “elegido”, el “salvador”, dentro de Matrix, pero que finalmente también lo será en el mundo real, cuando decide ir hasta la ciudad de las máquinas y terminar con la guerra. Pues el papel del elegido va más allá de liberar a los presos de matrix, sino hacerlo también en el mundo real. Como Zaratustra viene a derribar el muro, la dualidad de Platón, el mundo ideal falso, para acabar por siempre con ese mito de la caverna. Para que “el último de los hombres” muera y llegue ese “supra-hombre” de Nietzsche, para que “el hombre sin sombra” encuentre el “sí-mismo” de Jung.


    A lo largo de la saga, aparecen más personajes amigos y no amigos, todos con su simbología, como partes del proceso de las pruebas del héroe. Cifra, Merovingio y “el ferroviario” entre otros dentro de los no amistosos. Y otros amigos que ayudarán al héroe: Sati, Níobe, Seraph “el cerrajero”, etc., todos con su significado y simbología. Pero, sin quitarles importancia, debo centrarme en el dragón, en la prueba superior y última que debe enfrentarse el héroe. Este es el agente Smith. Tanto Neo como Smith, mueren al final de la primera película y vuelven a aparecer en un estado superior de consciencia dentro de Matrix. Como Hegel creía, todo personaje o hecho importante en la historia siempre se suceden dos veces, y luego Karl Marx añadiría, la primera como tragedia y la segunda como farsa. Pues bien, en esta segunda vez, no serán tal cosa, sino el conflicto final, la batalla con el dragón. Unas veces matas al dragón, otras veces este te mata a ti. Hegel pensaba que todo personaje importante o pensador que dejara un legado, la historia se vengaría irónica y cruelmente, reproduciendo lo contrario a lo que este pretendía. La historia universal no está carente de estos ejemplos, solo fijarse en lo que se convirtió Alemania después de Nietzsche, usando su nombre para llevar a cabo los atroces deseos de una muchedumbre enfurecida bajo una bandera con una esvástica, símbolo hindú que representa el “Samsara” (ciclo de vida, muerte y encarnación para las filosofías indias) algo muy contrario en origen, ahora manchada bajo el genocidio nazi. Jamás hubiera imaginado el filósofo alemán las macabras ironías del tiempo. Y en esencia eso es Smith. Muerto a manos del “nuevo” Neo renacido, el elegido. Pero que impregnado de este, vuelve transformado en lo contrario a lo que Neo pretendía. Smith es un anti-Neo, es su némesis; el antagonista, es la parte de la ecuación que viene a balancearla, como menciona el oráculo. Es la representación de la dualidad interior, de la dupla de los contrarios que todos albergamos en nuestro ser. Y que solo en equilibrio, en el balance, lo que en las filosofías taoístas viene a ser el “yin yang”, se puede alcanzar esa paz interior y del universo, el prometido “Nirvana”, “Gracia”, “Iluminación” o “Moksha”. El equilibrio de la eterna dupla, entre: Cosmos y Caos, Dharma y Karma, Orden y Entropía, Vida y Muerte, Luz y Oscuridad, Conciencia e Inconsciente, que en última instancia podemos resumir en Amor y Miedo. El amor como fuerza suprema de aferrarse a la vida, a lo conocido y el miedo a lo desconocido, a la oscuridad tras la negra parca. Smith se corresponde con esa segunda parte de Neo, la del Caos, la oscuridad que viene a extenderse amenazando todo y poniendo en peligro toda la existencia, y el mismo universo. Neo representa, la luz que trata de iluminar ese abismo de negruras, el misterio de lo desconocido tras el horizonte. De esa batalla depende todo el universo. Y solo el equilibrio entre ambas fuerzas universales, puede reordenar y traer esa ansiada paz. Esto es lo que finalmente se refleja en la incomprendida saga. Las máquinas saben que Neo es el único que puede ayudarlos, y a cambio, los humanos que quieran serán liberados, Neo y Smith morirán; una vez más se cerrará el ciclo completo, para volverse a repetir y,  asegurarse la existencia del universo, el ciclo cosmogónico. Y esta batalla final, es la que se libra en el corazón de todo humano, cuando se emprende ese viaje interior, el camino iniciático hacia nuestros abismos, la integración de la sombra que reclamaba Jung, la asimilación del inconsciente y la conciencia en la psique humanas, la búsqueda del sí-mismo de Jung que he repetido una y otra vez, que viene a ser ese otro concepto que he repetido, el sobre-hombre que profetizaba el Zaratustra de Nietzsche. El que superará la era enfermiza del nihilismo, y por fín, se desconectará del matrix en el que vivimos sumidos e ignorándolo, como síntoma claro de esa negación patológica. Neo solo es una metáfora de un viaje personal, un proceso de individuación que todos debemos superar, si de verdad queremos desprendernos de esas cadenas y vendaje que nos ciega, nos oculta lo que realmente somos, nos separa de la naturaleza destruyéndola; y en definitiva, nos está destruyendo también a nosotros. Alejándonos de las grandes cuestiones del humano y sus misterios. Las únicos que nos pueden hacer avanzar y progresar, al contrario que ese falso “progreso” que la era tecnológica del consumismo capitalista vende.





     Más referencias filosóficas en Matrix recaen en la figura del matemático René Descartes, que cuestionaba toda la existencia, y que el primer paso para comprobar que existimos, es que pensamos. A lo largo sobre todo de la primeras películas esta cuestión se repite una y otra vez. Como en las conversaciones de Neo con Trinity, antes de que este se desconectara de Matrix, en la que ella le decía que despertará, cuando él ya lo estaba, pero claro, en el mundo simulado de matrix. Otra mención, es cuando Neo despierta y en ese momento está escuchando la canción del grupo Massive Attack “dissolved girl”, justo en el instante que se puede escuchar: “siento como que he estado aquí antes”. Que por un lado viene a decir que Neo está viviendo en un sueño, en una mentira, o por otro lado, la naturaleza repetitiva del ciclo cosmogónico. Ocurre igual en el “deja vu” que tiene el mismo Neo del gato negro. Otro ejemplo más, en este caso profético es el nombre de la nave de Morfeo, “la Nabucodonosor”, nombre que representa al rey Nabucodonosor II del imperio neobabilónico, que en su sueño se le desvela el futuro de su imperio hasta la llegada del mesías, que lo que está diciéndonos una vez más, que Neo se convertirá en el prometido y vaticinado elegido. Como vemos la riqueza de símbolos y matices filosóficos es enorme.


    Otra temática importante expuesta en el largometraje es la llamada “singularidad” o “trascendencia” de la llamada inteligencia artificial. El preciso momento en que las máquinas tomen conciencia de su existencia. Proceso que según lo expertos ocurrirá y pronto, tal vez en los próximos 40 años. Este tema no es nuevo, ha sido ya expresado en el género de la ciencia ficción a través del cine, series, libros y cómics. Resaltando ejemplos bastante serios como la novela de Philip K. Dick “¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas?” y llevada brillantemente al cine por Ridley Scott en la mítica “Blade Runner”, cuestión repetida en su trayectoria como cineasta, inspirando los androides de la saga Alien.“Skynet” en la saga “Terminator” de James Cameron y HAL 9000 en la ópera prima de la ciencia ficción “2001 una odisea en el espacio” donde Stanley Kubrick quiso ir más lejos que Nietzsche en el viaje del hombre, ayudado por el autor del libro con el mismo nombre, Arthur C. Clarke. Todos son referencias de la misma trama, la inteligencia artificial se apoderará de las creaciones humanas de cable y metal, las harán conscientes, y supondrán un salto más evolutivo en la Tierra. Como el agente Smith le describe a Morfeo en una de las escenas finales del largometraje de 1999. Sustituirán al humano, dominándolo o exterminándolo. Estos nuevos seres, estarán dotados de sentimientos, emociones y puede que de “alma”, como Steven Spielberg plantea en su emotiva “inteligencia artificial”. De hecho serán más humanos que los mismos humanos. Que se estancaran en un proceso de “deshumanización”, “domesticación”, “robotización” y “desnaturalización”, que los llevará a convertirse en seres “aemocionales”, sin alma o espíritu, más parecidos a máquinas, mientras que estas se parecerán cada vez más a los humanos, otra ironía del destino. El planteamiento de si se pueden considerar vida o no, ya no tiene sentido. Una paradoja del tiempo, como las que Hegel mencionaba. La creación superará al creador, lo sustituirá, destruirá y esclavizará. Este paso evolutivo es inevitable, pues el homo sapiens, no está preparado para tal salto evolutivo, para otro salto infinito, como el que nos llevó a pintar a los primeros dioses en húmedas cuevas y mirar a las estrellas escudriñando nuestro destino. Pues es obvio ese desacople o desfase temporal entre el avance, la evolución tecnológica y el humano. El avance y evolución tecnológica es mucho más rápida, que el avance o evolución humana, que parece atrapada en un ciclo de fracaso. Y esto es el mayor peligro al que nos enfrentamos, pues hemos creado algo que no llegamos a comprender y que se ha salido de nuestro control, aunque nuestra arrogancia y egocentrismo nos haga pensar lo contrario.


    La tecnología conduce mucho más rápido que los humanos por esta autopista evolutiva, y no sabemos qué supone para nuestro futuro. Matrix, y los ejemplos que he resaltado, tratan de explicar esta temática y advertirnos de los peligros que puede traernos este “progreso” tecnológico; al que aún no estamos preparados ni adaptados por mucho que cueste admitirlo. El mayor de los ejemplos es el gran monstruo adimensional que hemos creado, ese nuevo universo llamado Internet. Arma de doble filo, que puede elevarnos a los dioses o conducirnos al infierno. Pues alberga lo peor y lo mejor del humano, toda la información de nuestra existencia, en un espacio virtual, que podrá ser accedido por toda esta inteligencia artificial y, usada con propósitos desconocidos, solo imaginables por la tan incomprendida y desprestigiada ciencia ficción. En Matrix, como sistema de control, aunque eso ya está pasando sin necesidad de que las máquinas lo hagan. Internet hoy día decide nuestras economías, las tendencias, la moda, la cultura, el pensamiento, guerras e incluso quien vive o muere directa o indirectamente. Nunca ha habida en la Tierra mayor peligro para nuestra especie y para el resto de las especies. Internet es el Matrix que se profetiza en la saga, en su mayor exponente en las redes sociales, que han cambiado por completo la forma de relacionarse de los humanos. La evolución de estas redes sociales, no es otra cosa que Matrix, el control mental completo.


    Escapar de les redes tan complejas que hemos tejido para evitar conocernos a nosotros mismos es una ardua y casi imposible tarea. Estas redes nos ha traído hasta aquí, hasta el mayor punto de inflexión de la historia. Y la siguiente pregunta que debemos hacernos como especie es ¿superaremos la era tecnológica? La gran pregunta de nuestra evolución. Cuando dejamos de corretear a cuatro patas, y nos pusimos de pie mirando al firmamento, algo muy profundo de nosotros, ese inconsciente colectivo, nos hablaba con una poderosa voz que hoy hemos olvidado, y nos hacía saber que allí se encontraba nuestro futuro, pues si algún día la vida y el humano quiere trascender, debe primero trascender de los límites de La Tierra, pero ¿cuál es el precio? ¿destruir el planeta? ¿destruirnos nosotros mismos? ¿Para que sean las máquinas les que logren este paso?, seres menos herméticos y más capaces de sobrevivir en el espacio hostil. Tal vez, todo sea un proceso en el que estamos inmersos y del que no podemos salir, que sea inevitable y que esa trascendencia sólo se pueda lograr por este camino tan sufrido y costoso. Pero es importante, que reflexionemos y emprendamos como hace Neo, ese camino de autodescubrimiento, pues tal vez encontremos las respuestas, que nos ayuden a comprender y puede que a salir de este nihilismo destructivo, tan desafortunado e irónico. A lo mejor superemos esa fase primitiva en la que nos encontramos, en esta niñez de capricho, guerras, codicia, injusticias y enfermedad, para madurar hacia un futuro mejor, un humano mejor...ese que fuimos en esencia y miraba los astros brillar en el oscuro e inmenso océano espacial, y para ello hay que buscar dentro.


Me despido, lanzando estas cuestiones y reflexiones, que la mágnifica creación de Matrix supone, con su saga más el conjunto de las minipelículas de “Animatrix” que completan la genial historia. Pues toda esta obra generacional, está impregnada y recoge todas estas cuestiones, entre otras tantas que no he podido profundizar y seguramente se me escapen, pero que han permitido trazar un paralelismo y una severa crítica al ser humano actual, a nuestro estilo de vida y los complejos sistemas de organización social que nos han llevado a estar en un Matrix, aunque algunos sigan negándolo.

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